Comunicaciones personales

sábado, 29 de septiembre de 2007

Errores del movimiento ecologista

Los errores del movimiento ecologista actualmente son, a mi juicio, dos.

El primero es no acabar de ser un ecologismo antropocéntrico: muy al contrario, la tendencia ideológica más generalizada es a pensar en la Naturaleza como algo "bueno" y al ser humano como algo "malo", un cáncer para el planeta. Yo creo que este punto de vista está errado en el fondo. Las categorías de "bueno" y "malo" no tienen sentido en el mundo natural, que está dominado por otras fuerzas ajenas a conceptos morales. Quizá sí podamos respetar una cierta intuición generalizada que tiende a relacionar lo "armonioso", lo "equilibrado" y lo "estable" (es decir, conceptos que sí pueden ser aplicados al mundo en estado estacionario, tal como ha sido los últimos 10000 años) con lo "bueno" y esa intuición produce un estado de ansiedad y temor cuando percibimos un fallo, un error en ese estado de cosas que nos hace aplicar la categoría de "malo". Pero nos olvidamos de que a lo largo de la historia de la vida en la tierra muchas especies han aparecido y desaparecido, y de que la vida tiene una capacidad de adaptación increíble. Si el cambio climático acaba siendo una realidad y nosotros lo vemos, los que tendremos que perder somos fundamentalmente los seres humanos. Si desaparecen animales o plantas que nos parecen hermosos, somos nosotros quienes disfrutamos de esa belleza, y una vez extinguidos nosotros no importará esencialmente a nadie el que esos animales o plantas hermosos desaparezcan. La vida mayoritariamente no consiste en plantas y animales: consiste en el Microcosmos que no vemos. Tras nosotros la Naturaleza seguirá su curso: ya fue capaz de generar glaciaciones y puede que sin seres humanos en su superficie, asfixiados por el calentamiento que nosotros mismos provocamos, vuelva naturalmente el frío, con las especies que corresponda. Y, finalmente, dentro de algunos millones de años, el Sol se habrá vuelto tan activo que ya no podrá vivir nada aquí y la Tierra será un segundo Marte, con un Marte mucho más caliente de lo que ya es ahora. Mientras tanto, hay que ser ecologista no para salvar la Tierra, sino meramente para salvarnos a nosotros mismos, si es que es posible encontrar una manera de convivir con el resto de especies en un planeta estable en las condiciones actuales.
El segundo, mucho más prosaico pero de una importancia capital, es la incoherencia de la que se le acusa, muchas veces con razón. Yo pertenezco a Ecologistas en Acción y he colaborado con Los Verdes de Madrid ciudad, por poner dos ejemplos. Recuerdo una reunión en que el moderador repartió una documentación en forma de fajo de folios blancos, impresos a una sola cara. Antes de tocar el primer punto del día, levanté la mano y dije que eso no podía ser. No es admisible defender el recorte de uso de materias primas y obviar dicho derroche en nuestra propia actividad. Esto podía ser en el siglo pasado, en el que había tan escaso consumo de papel en el mundo que, efectivamente, una contribución aislada no era significativa. Pero hoy ya no: los problemas más importantes (cambio climático, agujero en la capa de ozono) han resultado de la unión de millones de pequeñas contribuciones. Se puede (está admitido socialmente) ser de izquierdas y llevar a tus hijos a un colegio privado, o ser católico y banquero, porque esas presuntas contradicciones pertenecen a la esfera subjetiva de la ideología y se pueden discutir eternamente añadiendo más y más matices y enredando la discusión hasta el infinito, pero cuando uno opta por imprimir a una sola cara se produce un hecho objetivo incontestable, que es que se ha gastado el doble de papel del necesario. Son legítimas las críticas hechas a Al Gore sobre su incoherencia al promover conciertos que han producido toneladas de residuos, o a tener una casa familiar gigantesca con unos consumos desmesurados propia de los mismos hábitos estadounidenses que él critica en "Una verdad incómoda".

ERC contra el rey, mala cosa est

Las viñetas satíricas de El Jueves representan la reivindicación que yo defiendo, pacífica. Pero la quema de fotografías del rey por parte de independentistas de ERC en Cataluña es el tipo de republicanismo que hay que rechazar. Hay que rechazarlo por el origen que tienen, el cual augura negros presagios. Tenemos que tener cuidado en cómo pensar a ERC: Primero, un nacionalista es ante todo nacionalista, y el que sea "Esquerra" y sea "Republicana" son añadidos ideológicos muy secundarios (y yo creo que de dudosa compatibilidad con el concepto principal, por eso ya me mosqueó en su momento que en las siglas ERC se oculte precisamente ese contenido - al menos en el PNV o BNG son más honrados en eso). No reconocer esto es engañarnos de forma peligrosa. Y segundo, todos los movimientos nacionalistas toman tarde o temprano una deriva violenta: los nacionalismos "moderados" o "partidarios de la convivencia" no existen o fracasan y desaparecen (lo ha vuelto a demostrar la marcha de Imaz del PNV). Precisamente los republicanos, los pocos que quedan, deberían desmarcarse de estas posiciones, y yo espero que así sea. Gloria a El Jueves y, por mí, ojalá un día, sí, de forma pacífica, llegue la República. Pero, por cierto, el dilema entre República/Monarquía es más bien abstracto y poco importante; el del nacionalismo, no.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Aciertos del movimiento ecologista

A lo largo de su historia, las críticas contra el movimiento ecologista han consistido fundamentalmente en considerarlos una "minoría extravagante" que se opone ciega o indebidamente al progreso. En esta instancia, la de los fundamentos filosóficos o ideológicos, lo que está haciendo más bien el movimiento ecologista de veinte años para acá es poner en cuestión el propio concepto de "desarrollo" (sobre esto recomiendo acudir a la rama denominada "ecología profunda", Deep Ecology): ¿no tendríamos que ir pensando, más bien en otro tipo de desarrollo, o incluso (como apunta Lovelock) en la una retirada sostenible en lugar de un desarrollo sostenible?
Sin embargo, al margen de estas disquisiciones profundas, yo creo en la utilidad y la necesidad de un movimiento ecologista bien organizado como el que tenemos hoy. Una de las razones es su acierto en poner énfasis en la vigilancia y la denuncia. Estoy seguro de que si no fuera por las denuncias de las asociaciones ecologistas, los atentados contra el medioambiente quedarían siempre impunes por dos motivos: por invisibilidad (dado que nadie sabría nunca, por ejemplo, de cuántos y qué residuos genera tal empresa o tal municipio, ¡incluso cuando hay obligación legal de declararlo, como en el caso del registro EPER!) o por ausencia de denuncias (el GRAN problema de fondo de las agresiones contra el medio ambiente es que siempre serán consideradas delitos "menores", que no merece la pena denunciar por sí mismos). Por ejemplo, un criterio muy general para grandes proyectos es el trámite de exposición pública, para que el público pueda presentar alegaciones, que tienen que ser atendidas como requisito para que la Administración conceda las pertinentes autorizaciones al proyecto. Sin embargo, yo no conozco a nadie que, una mañana de lunes, en su día libre, decida espontáneamente "me voy a pasar por el Auntamiento a echarle una ojeada al proyecto de 1500 páginas de tal industria que se va a instalar en el municipio". Son las asociaciones ecologistas quienes lo hacen y, haciéndolo, actúan como representante del público y defensa de ese derecho.
Ahora mismo dos asociaciones ecologistas se reparten la práctica mayoría de toda la actividad, en España: GreenPeace y Ecologistas en Acción. La primera tiende más a la denuncia con repercusión mediática y a grandes intervenciones, la segunda más bien a la labor más discreta y tozuda de la denuncia administrativa y judicial: son dos estrategias complementarias y nosotros como público en general deberíamos agradecerles que funcionen, bien aisladas o aún mejor unidas. No se les puede objetar tampoco que su actitud sea de "mera oposición": los ecologistas de hoy no son "una pandilla de personas alarmistas", sino todo un cuerpo de profesionales preparados: abogados, científicos, ingenieros, economistas. Gente que ama la naturaleza y ama al ser humano no sólo intuitivamente, sino también racionalmente, y que se sienta a debatir, matizar y proponer de tú a tú con los promotores de proyectos y las administraciones en las distintas instituciones que se dedican a ello, desde los ayuntamientos a las comunidades autónomas a la UE. En ellas no sólamente se oponen, negativamente; también realizan una labor de consultoría y de colaboración positiva, ofrecen alternativas, plantean posibilidades. La permanente obligación de los gobiernos de contar también con los movimientos ecologistas en sus decisiones no es una tara, es un síntoma de desarrollo social y democrático.
Todo este cuadro compone un gran acierto del movimiento ecologista hoy del cual felicitarnos.