Comunicaciones personales

domingo, 22 de julio de 2012

Unidos en la alegría, desunidos en la desgracia

Últimamente vuelve a sonar, desde las filas de la izquierda, el antiguo reproche a la gente en general, que se une masiva y decididamente para celebrar el fútbol pero no para luchar por ejemplo contra la tiranía financiera. Lo hemos observado siempre. Yo prefiero aceptar que es así y que lo va a seguir siendo, e intentar averiguar por qué.

Tras pensarlo mucho, creo que el quiz de la cuestión es que la solidaridad que despierta la alegría es distinta a la que despierta el sufrimiento. No son situaciones simétricas. Para alegrarse por algo bueno hace falta una chispa más bien pequeña: todos estamos deseando compartir deseos universales, como un buen trago, un baile, unos gritos que corea la afición. Todos somos uno en la alegría sin dificultad, porque la celebración no nos compromete a nada permanente: al día siguiente todos volvemos a ser los mismos. Y esto no es malo: la explosión de júbilo colectiva es algo de lo mejor que tiene cualquier sociedad.

Pero apoyarse en el sufrimiento sí compromete siempre algo de uno mismo: uno no puede volver a ser como era a la mañana siguiente, para bien y para mal. Además, cuando uno apoya a otro que sufre, tiene necesariamente también que exponer algo de su propio sufrimiento, es decir, algo de su intimidad: y todos tenemos una reserva moral contra eso. Especialmente en España, país de fanfarrones y de gente muy celosa por guardar las apariencias. Si las guardáramos menos, mejor nos iría. Y esto se nota en todo: cuando Rajoy dice que somos más que Uganda, lo que está diciendo no es que estemos bien o mal, sino que lo que importa es que seamos más que Uganda. Seguimos siendo los "hijos de algo" que salen a la calle con las barbas llenas de migas, para dar a entender que hemos comido algo.

Aunque algo está cambiando: la gente, tímidamente, comienza a confesarte su sueldo, en privado. También los errores financieros que cometió. Incluso los ultraconservadores y ultraliberales que tanto han denostado al 15M deberían darse con un canto en los dientes de encontrarse con una resistencia pacífica y razonable. Esta unión merece la pena que siga. Porque la única alternativa a una protesta no violenta es... una protesta violenta. Y tengo miedo de que pueda llegar. Ésa sí puede convertirse en la auténtica solidaridad en la desgracia...

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