Comunicaciones personales

domingo, 13 de abril de 2008

Se llaman Nieves y Cristóbal

Isabel, los encargados de la magnífica paella que cenamos anoche se llaman Nieves y Cristóbal, y son cocineros por encargo de toda la vida de Alcobendas, de Servipaella. Las panaderas de La Corona se llaman Isabel (la menor) y Lali (la mayor - aunque cabe la posibilidad de que se escriba Laly, pero no pregunto porque eso me parece ya una pregunta muy personal). Esta mañana hice el recorrido dominguero habitual y les pregunté y yo mismo me presenté y estreché su mano.
Después de la mofa que hicimos de tu pregunta por cómo se llamaban estas personas, me quedé pensando y esta mañana conclui que actuamos imprudentemente al reírnos y que tu pregunta era totalmente procedente: es verdad, es un déficit humano el que no conozcamos el nombre de las personas con que tratamos a diario. La cuestión es de muy hondo calado como para ser el motivo de chiste que fue, así que mis disculpas y mi reconocimiento por ese apunte fino, Isabel. No es que haya que caer en el melodrama fácil acusando con el manido reproche "ni siquiera sabes cómo se llama". No, sencillamente tenemos que reconocer que el nombre, el nombre de uno, es un resorte poderoso que actúa a niveles de base en la persona:
- Oí una vez a un médico que recomendaba, para sacar a un enfermo suavemente del trance, que un familiar querido le susurrara su nombre al oído, para "llamarle", para "despertarle" porque somos especialmente sensibles a la mención de nuestro nombre. Y debe de ser verdad: Una broma que yo hacía y que SIEMPRE funcionaba era aproximarme a un conocido por la espalda, sin ser advertido, y de pronto susurrarle su nombre al oído. El aludido daba un respingo, asustado.
- En conflicto consigo mismo, quizá, un escritor dijo una vez "tenemos el nombre que nos pusieron, no el que nos corresponde". ¿Por qué los artistas necesitan de forma prácticamente universal cambiarse el nombre? ¿Por qué yo mismo tengo escrito (y se sigue ampliando) un texto llamado "el desorden de mi nombre" - Nacho, José Ignacio, Cívicos....? ¿Qué es el enigmático E.J.P.V. con que firmo a veces, y por qué me importa firmar así, en ocasiones? ¿Por qué es tan importante para un compañero ser llamado Xavier en lugar del Javier de su DNI, o por qué Alejandro no puede ser Alejandro sino Álex?
- En "El último tango en París", Marlon Brando no quiere saber el nombre de la mujer: "no quiero saber tu nombre"... ¿no significa eso, de forma magistralmente sintética "no quiero arriesgarme a crear lazos sentimentales contigo"?
- Señalamos brillantes en nuestra memoria los pocos profesores que conocían los nombres de todos sus alumnos: reconocemos su esfuerzo y lo agradecemos como muestra de cariño. Y odiamos a los que deformaron nuestro nombre en público y provocaron las risas de los compañeros. Las rimas ofensivas con el nombre afectan a cualquier niño: es mil veces preferible un mote por ridículo que sea.
- Un nombre demasiado largo siempre entristece al que se ve obligado a escribirlo en un espacio muy corto. Es un sacrificio que duele el tener que escribir J. Ignacio cuando lo que te clama desde el fondo es escribir José Ignacio, e incluso cuesta tener que aceptar que absolutamente todo el mundo olvida la tilde de José porque siempre se pronuncia "jose".
- Un profesional sólo firma con su nombre en los papeles que podrían obligarle a rendir cuentas ante terceros.
Y así sigo acordándome de casos y ejemplos, esto da para mucho y te lo agradezco, Isabel, como acicate. Y mis cariñosos respetos.
Un saludo,
José Ignacio Gómez Cívicos
E.J.P.V.