Comunicaciones personales

sábado, 15 de septiembre de 2007

Aciertos del movimiento ecologista

A lo largo de su historia, las críticas contra el movimiento ecologista han consistido fundamentalmente en considerarlos una "minoría extravagante" que se opone ciega o indebidamente al progreso. En esta instancia, la de los fundamentos filosóficos o ideológicos, lo que está haciendo más bien el movimiento ecologista de veinte años para acá es poner en cuestión el propio concepto de "desarrollo" (sobre esto recomiendo acudir a la rama denominada "ecología profunda", Deep Ecology): ¿no tendríamos que ir pensando, más bien en otro tipo de desarrollo, o incluso (como apunta Lovelock) en la una retirada sostenible en lugar de un desarrollo sostenible?
Sin embargo, al margen de estas disquisiciones profundas, yo creo en la utilidad y la necesidad de un movimiento ecologista bien organizado como el que tenemos hoy. Una de las razones es su acierto en poner énfasis en la vigilancia y la denuncia. Estoy seguro de que si no fuera por las denuncias de las asociaciones ecologistas, los atentados contra el medioambiente quedarían siempre impunes por dos motivos: por invisibilidad (dado que nadie sabría nunca, por ejemplo, de cuántos y qué residuos genera tal empresa o tal municipio, ¡incluso cuando hay obligación legal de declararlo, como en el caso del registro EPER!) o por ausencia de denuncias (el GRAN problema de fondo de las agresiones contra el medio ambiente es que siempre serán consideradas delitos "menores", que no merece la pena denunciar por sí mismos). Por ejemplo, un criterio muy general para grandes proyectos es el trámite de exposición pública, para que el público pueda presentar alegaciones, que tienen que ser atendidas como requisito para que la Administración conceda las pertinentes autorizaciones al proyecto. Sin embargo, yo no conozco a nadie que, una mañana de lunes, en su día libre, decida espontáneamente "me voy a pasar por el Auntamiento a echarle una ojeada al proyecto de 1500 páginas de tal industria que se va a instalar en el municipio". Son las asociaciones ecologistas quienes lo hacen y, haciéndolo, actúan como representante del público y defensa de ese derecho.
Ahora mismo dos asociaciones ecologistas se reparten la práctica mayoría de toda la actividad, en España: GreenPeace y Ecologistas en Acción. La primera tiende más a la denuncia con repercusión mediática y a grandes intervenciones, la segunda más bien a la labor más discreta y tozuda de la denuncia administrativa y judicial: son dos estrategias complementarias y nosotros como público en general deberíamos agradecerles que funcionen, bien aisladas o aún mejor unidas. No se les puede objetar tampoco que su actitud sea de "mera oposición": los ecologistas de hoy no son "una pandilla de personas alarmistas", sino todo un cuerpo de profesionales preparados: abogados, científicos, ingenieros, economistas. Gente que ama la naturaleza y ama al ser humano no sólo intuitivamente, sino también racionalmente, y que se sienta a debatir, matizar y proponer de tú a tú con los promotores de proyectos y las administraciones en las distintas instituciones que se dedican a ello, desde los ayuntamientos a las comunidades autónomas a la UE. En ellas no sólamente se oponen, negativamente; también realizan una labor de consultoría y de colaboración positiva, ofrecen alternativas, plantean posibilidades. La permanente obligación de los gobiernos de contar también con los movimientos ecologistas en sus decisiones no es una tara, es un síntoma de desarrollo social y democrático.
Todo este cuadro compone un gran acierto del movimiento ecologista hoy del cual felicitarnos.

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