Comunicaciones personales

miércoles, 29 de agosto de 2007

Secuestro de "El Jueves"

De vez en cuando suceden cosas inverosímiles fruto de disquisiciones peregrinas en las mentes de la gente con suficiente poder como para dar vida a sus recónditas elucubraciones, fantasías, manías o simples deseos reprimidos; así sucedió, creo yo, con el reciente secuestro de El Jueves por el juez del Olmo, en mi opinión absolutamente fuera de lugar. La cuestión de la aplicabilidad de la excepción a la libertad de prensa en democracia es sin duda muy interesante y muy discutible; lo que yo lamento es que se haya aprovechado este suceso para reabrir tan interesante debate pero se ha eludido abrir el otro, tanto o más importante que el otro: que el delito de injurias contra la corona no debería existir (a ver, ¿por qué no existe un delito de injurias contra los bedeles? ¿o contra los empleados de banca? ¿es que los demás ciudadanos no tenemos la misma dignidad y por tanto se nos puede injuriar más impunemente?). La pena de muerte fue felizmente erradicada del ordenamiento jurídico español como un anacronismo injustificable en un estado democrático; espero que algún día de nuevo se reabra el tema y haya más y más gente que cuestione y que se oponga a que esté tipificado dicho delito de injurias a la Corona.
De todas formas, lo que más me ha llamado la atención de todo el asunto es la reacción de la ciudadanía. Voy a contar mi pequeña experiencia personal.
Por supuesto, en cuanto me enteré del secuestro, como todo buen español a quien le produce un desmesurado placer ir a la contra por ir a la contra sin más, salí a buscar los ejemplares que pudiera encontrar.
En mi primer destino tuve éxito: en el quiosco cerca del Ayuntamiento quedaba un ejemplar. El diálogo que tuve con la quiosquera fue más o menos éste:
- Buenas, ¿tiene la revista "El Jueves"?
- Ummm... sí.... queda un ejemplar
- Ah, muy bien, démelo
- No... cójalo ud. mismo (apunta tímidamente al mostrador de su derecha, protegido por unas lunas correderas). Creo que se han pasado, ¿no cree ud.? En fin, podrían haber pintado a unos monos, o así...
- Er, bueno, pero, ¿me lo vende?
- Claro, claro, cójalo, cójalo...
- Bien (descorro la luna, cojo el ejemplar, con la desagradable sensación de que, si alguien contemplara esta escena súbitamente, le daría por pensar que en realidad estoy robando - afortunadamente, no hay policía cerca). Aquí tiene (le pago la revista).
- Hasta luego.
- Hasta luego.
Feliz, proseguí camino, pensando en comprar los ejemplares que pudiera encontrar en un radio razonablemente próximo a mi domicilio. El capitalismo tiene estos efectos positivos: aunque moralmente repruebes la producción de un producto, sí resulta moralmente aceptable el venderlo, así que ningún producto desaparece nunca completamente del mercado. Mi siguiente destino fue la gasolinera de enfrente de casa. Entré y fui derecho a los estantes con la prensa. La revista no aparecía, así que volví hacia las cajas donde estaban los dependientes, a preguntar.
- Buenas, ¿tienen la revista "El Jueves"?
- (Entre risas) no, no... (de repente, sin venir a cuento, uno de los clientes de la gasolinera interviene, en tono alarmado)
- ¡No! ¡No! ¡No entre ud. ahí! ¡Está prohibido....!
Como esta intervención me parece demasiado surrealista como para admitir réplica (no entiendo: el cliente que se puso a hablar sin pedírselo, ¿que quería? ¿advertirme? ¿amenazarme? ¿anatemizarme?) prefiero hacer mutis por el foro y salir hacia mi siguiente destino: el quiosco del otro lado de la calle.
- Buenas, ¿tiene la revista "El Jueves"?
- (El quiosquero, sin mover ni un sólo músculo de la cara): no.
- Gracias.
Agradezco este laconismo, al fin y al cabo es síntoma de profunda franqueza. Por fin, me dirigí al último destino que me caía más o menos a tiro: el OpenCor próximo a este quiosco. Igual que en la gasolinera, me dirijí a la zona de prensa y pregunté a la dependienta que había allí ordenando revistas:
- Buenas, ¿tenéis la revista "El Jueves"?
- (La dependienta me mira entre estupefacta e incrédula, dudando de si mi petición es realmente inocente o es que tengo segundas intenciones) Em... no sé, voy a ver (se pone a revisar toda la zona de prensa con atención) No... parece que no... (en esto sale una dependienta que debe de ser la encargada, de alguna parte)
- Señor, no, está prohibida su venta.
No me detengo a explicarle que en ningún caso está prohibida la venta, sólamente se ordena a la policía retirar los ejemplares que aún no se hayan vendido, lo cual da licencia, en la práctica, para vender los ejemplares que haya mientras no se acerque la policía... comprendo que estoy entre colaboracionistas, o, en el mejor de los casos, entre gente que "no quiere problemas" y opto por la retirada; eso sí, me aseguro de decir en voz muy alta "¡¡¡no las tiréis todavía!!! ¡¡¡conservadlas aún un poco más!!!", lo cual produce las risas de la primera dependienta.
Y esto es todo. Por supuesto, para el que no haya podido leer el ejemplar, os diré que en el interior aparecen "injurias contra la corona" mucho más graves que la de la portada. En concreto, el número venía con un cuadernillo de regalo titulado "60 gilipollas de la semana", con 60 sátiras de 60 personajes públicos y, ¿a que no adivináis quién era uno de ellos? Pues el propio Rey... eso sí, también hay que decir que otro era ¡La propia revista "El Jueves"! Yo sólo respeto a los humoristas que son capaces de reírse también de sí mismos: debido a ello, la revista, que yo no compraba nunca, tiene ahora mi simpatía.
Nacho.
P.D.: En relación con otro de mis escritos anteriores, "No ofender gratuitamente": en mi opinión la portada no ofendía gratuitamente, simplemente, ¡no ofendía! Señor, señor, y que a estas alturas de la vida todavía ofenda una representación no lujuriosa de una postura sexual convencional... D. Felipe y Doña Letizia, si aún no han probado esta postura, no se asusten: es una postura normal, la más frecuente entre mamíferos no humanos, y probablemente la segunda más frecuente entre humanos, después de la del misionero.

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