Comunicaciones personales

viernes, 4 de mayo de 2007

No ofender gratuitamente

Hace tiempo, en una revista universitaria a la que pertenecíamos varios escritores, nos planteamos la cuestión "¿podemos despotricar en la revista contra quien queramos?" lógicamente, esto incluia a gente dentro de la universidad que pagaba la subvención de la que vivía la revista. El acuerdo al que llegamos fue: "sí, siempre que lo hagamos con estilo", es decir, con ironía, con sarcasmo o con ataques frontales, pero siempre estando respaldados por evidencias objetivas. Estos días, con toda la polémica que se está generando alrededor de los lamentables casos de autocensura, sigo creyendo que éste es el criterio correcto, por dos motivos.
El primero es que tenemos que respaldar con energía el derecho a ofender, no por ofender simplemente, sino porque este derecho es inseparable del derecho a la libertad de expresión. De hecho, las declaraciones que no tienen capacidad de ofender a nadie suelen tener muy poco valor. ¿Y por qué esta libertad de expresión es un derecho tan importante? ¡Pues, entre otros casos, porque es la que garantiza el derecho a protestar que tiene el ofendido! El cuadro se completa con los tribunales (y esto lo ha dicho un pensador musulmás español bastante relevante): uno no puede decidir unilateralmente ni la gravedad de la ofensa ni el castigo a aplicar, cuando hay que aplicar alguno, al ofensor. Dudar de esto es dejar el camino expedito a situaciones estilo Israel/Hezbola. Osea, muerte y destrucción indiscriminadas. Debemos ser muy claros en esto: nosotros, los demócratas, superamos moralmente a los fanáticos religiosos, sean del signo que sean. La ley del talión no es admisible, y punto. No se pueden tolerar los ataques de extremistas islámicos tras las viñetas de Mahoma ni los recientes actos de intimidación y agresiones hacia cargos del PP en Cataluña, por mucho que dichos extremistas o los radicales de izquierda se hayan sentido ofendidos por declaraciones públicas de los respectivos humoristas o cargos del PP. ¿Tiene derecho a decir lo que dicen Jiménez Losantos o Carlos Carnicero? Sí, lo tienen, y yo lucharé siempre porque ellos tengan derecho a hacerlo. Incluso Aznar tiene derecho a decir cosas ridículas a los alumnos de Georgetown: que les aproveche, pero desde luego yo también tengo el derecho de tirarle de las orejas y recordarle: "Sr. Aznar, en tiempos del predominio árabe no existía España, a lo sumo existía la Península Ibérica, y además el reino árabe se independizó en forma de Califato de Córdoba: no eran los cristianos, sino los musulmanes, los que puede decirse que constituían España".
El segundo es más sutil y puede sorprender a más de uno: hay algo a lo que no tenemos derecho, y es a ofender gratuitamente. Me explicaré: también hace tiempo, un jefe que tuve me dijo: "¿Tienes derecho a meterte en un asilo de ancianas y presentarte desnudo en el salón principal, delante de todas?" En fin, no es delito y no atento contra los derechos de nadie al hacerlo, pero, honestamente, ¿tengo derecho a violentar su sensibilidad sin motivo? ¿qué propósito tendría hacer algo así? ¿qué utilidad? en el mejor de los casos, no serviría para nada y además cogería un constipado, dependiendo del clima. En el peor, simplemente habría causado malestar, disgusto y desconfianza. Por tanto concluí que no, que en el fondo, honestamente, no tengo derecho a hacerlo, aunque la ley no me castigara por ello. Algo así sucede con las lamentables retiradas del Idomeneo en Berlín o la obra de Rubianes del Español. Por una parte, ¿tenía derecho el director de la ópera a modificar una obra de Mozart innecesariamente con una escena de nueva creación y claramente ofensiva contra la sensibilidad de la gente religiosa en general? Yo creo que no, no la tenía, y las amenazas, aunque no deben tolerarse, podrían haberse evitado de raíz si se hubiera dejado el Idemeneo original en paz, que por otra parte es a lo que aspiran casi siempre los autores, a que se respeten sus obras tal como fueron concebidas (recuerdo: una parte indispensable de la libertad de expresión es que se repete la integridad de tus declaraciones). ¿Tenía derecho Rubianes a despotricar sin ningún sentido ni propósito más allá del de ser aplaudido por una audiencia fanática nacionalista? No, no lo creo: la retirada de su obra sin duda debería haber sido protestada más enérgicamente de lo que fue, pero también es verdad que dicha retirada podría haberse evitado de raíz si se hubiera dejado el Sr. Rubianes de declaraciones absurdas e innecesariamente ofensivas. En suma, como decíamos en la citada revista: cuando alguien decía de un texto "Esto es una gilipollez", no lo admitíamos: rechazábamos el comentario diciendo "vaya, hombre, esa sí que es una crítica constructiva y llena de matices". Yo soy una de las pocas personas que conozco que no vio con buenos ojos el vídeo "amo a Laura"; si queremos decir algo contra los ultraortodoxos católicos, desde luego no se consigue nada ridiculizándoles gratuitamente.

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