Comunicaciones personales

viernes, 4 de mayo de 2007

Brokeback Mountain

Obras como Brokeback Mountain son necesarias, son frescas y recomendables, habida cuenta de que la homosexualidad no está ni aceptada ni comprendida (y no sé hasta qué punto una cosa depende de la otra, a mí me aceptan incluso cosas que no me entienden, así que no sé por qué tendríamos que entenderlo todo antes de respetarlo). En ese sentido, yo apoyo esa película de forma "reivindicativa" no en cuanto a su calidad artística sino en cuanto a su impacto social. Si no es audiovisual no es esperable que un mensaje llegue al gran público, al fin y al cabo.
Sin embargo, para mí esta película, con perdón de otras mucho peores, es un buen ejemplo de lo que yo considero una mala obra de arte. Y lo es porque cae y se recrea en dos errores bastante graves que afean una cosa que trate de ser obra de arte. Por tanto, entiendo que "Crash" le arrebatara todos los Oscars (lo siento, Pablo, yo también coincido con la Academia en este caso).
El primero es presumir que "bueno, por si acaso la historia no engancha, conformémonos con recordar los paisajes". Desde luego los planos amplios de la montaña y los borregos son espectaculares, pero tras una hora y media uno lo entiende como un abuso arbitrario o una cortina de humo. Trata de ser "National Geographic" sin que se note y acudiendo siempre al mismo esquema expositivo (gran plano con picos o lagos lejanos y rebaños en movimiento, con un personaje humano en alguna esquina), por lo que acaba siendo más bien un "Hallmark Entertainment". La Naturaleza es a la vez tierna y brutal, y la película ni pretende ni consigue comunicar ninguno de los dos aspectos. Ang Lee no sabe muy bien lo que es tratar con ganado, supongo. Estéticamente la película logra ser simplemente "bonita" por momentos, pero tanta tarta de manzana cansa hasta al mayor amante de la tarta de manzana.
Pero el segundo es el auténticamente grave: es demasiado real, más bien es una superposición de realidad sobre el celuloide, y no tiene mucho sentido reflejar EXACTAMENTE la realidad de la vida en una película: o aburres o decepcionas, y habitualmente ambas cosas. "Para esto no vengo al cine, ya lo tengo en casa", sería la expresión doméstica. ¡Pues claro que la relación de amor de los protagonistas es trágica! ¿cómo no podría serlo? pero es que la película ofrece exactamente lo que la vida ofrece: escaso diálogo, silencios infinitos, miradas torvas y desprecios callados. En la vida real, lo que tiene verdadera relevancia nunca se dice. Por eso la literatura se construye precisamente con eso, con lo que la gente calla. Presenciar los labios apretados de los personajes es como ver a tu jefe cuando no quiere responder a tus peticiones o a tu hijo adolescente cuando se niega a hablarte. Osea: una exasperación de la que uno querría salir por ejemplo mediante la apreciación de una obra artística. La película de Ang Lee no nos dice nada que no conozcamos, no nos revela un ingrediente desconocido de algo que creíamos conocer, no plantea un viejo tema en un nuevo contexto, no nos expone la visión del artista sobre el tema. No es extraño, por tanto, que las películas de Tracy y Hepburn sigan teniendo tanto gancho: no sólo porque sean buenas, sino porque los que las hicieron saben en qué consiste la cosa, que es hacer decir lo que en general sólo pensamos. Sé que existe un criterio frontalmente opuesto a éste: que lo que tiene auténtico mérito es ser capaz de reflejar la realidad tal cual es (caso de la admiración de Vladimir Nabokov por Chéjov), pero lo que yo mantengo es que ese empeño lo único que conlleva es un gran esfuerzo por parte del artista (observación, corrección...) pero la calidad de una obra de arte no reside en el esfuerzo empleado para crearla. Si nos atuviéramos a ese criterio, las pirámides serían la única obra de arte verdaderamente digna, y no es así.
O al menos, eso creo yo. ¡Espero opiniones! En fin, seguiremos escribiendo.

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