¿Por qué somos católicos?
Hace ya bastante tiempo Russell escribió una serie de ensayos sobre su oposición al Cristianismo imperante en su época (editados en Español en el volumen titulado "Por qué no soy cristiano"). Hace unos meses encontré en estanterías un libro que me sonó a réplica directa, de José Antonio Marina, titulado "Por qué soy cristiano". El hecho de ser o no ser cristiano es un asunto de muy hondo calado y sujeto a variadas paradojas, entre las cuales se encuentran la famosa debida a Gandhi ("para ser un buen hindú hay que haber leído también el Evangelio"), similar a la de un amigo mío, ateo, que sin embargo tiene un comportamiento mucho más cristiano que los que dicen ser cristianos. Se es o no se es cristiano por decisión personal, y éso es algo que yo respeto súmamente sobre todo porque, en comparación con otras religiones, no es demasiado mala (siempre recuerdo lo que decía Lapierre sobre la minoría cristiana en los suburbios: dentro de la miseria generalizada, éstos vivían un poco mejor, porque eran los únicos que no se resignaban). El problema es que esta pregunta queda indebidamente mezclada con la que yo quiero tratar:
Yo quiero entrar en este artículo en un asunto mucho más simple, que explica no la conducta de individuos sino el mantenimiento de organizaciones: ¿por qué la mayoría de los españoles somos católicos? Muy sencillo: porque fuimos bautizados. Ésa es la condición única, necesaria y suficiente para formar parte de la Iglesia Católica. Más adelante, en la práctica, uno cualquiera de nosotros podrá no ir nunca a misa, ni hacer la primera comunión, ni confirmarse, ni creer en Dios siquiera: la jerarquía eclesiástica seguirá reivindicando que posee tal número de miembros en España, "según consta en los registros bautismales". Y dado que en los escasísimos casos de apostasía están siendo directamente rechazados por la Iglesia Católica con la ayuda de unos gobiernos que han preferido quedarse al margen, se cierra el círculo: somos inevitablemente una mayoría católica.
Estoy en una edad en que se comienza a tener hijos; una noche, durante una cena, se planteó la cuestión del bautismo de los niños. Una de las amigas, cristiana de razón y de corazón, defendía el derecho de los padres a bautizar a los niños entendiendo el bautismo como una forma de introducir a tu hijo en una comunidad, decisión legítima puesto que es comparable a otras tales como que tu hijo crezca en tal o cual pueblo o acuda a tal o cual colegio. Otro amigo, bastante descreído, sin embargo anunció por sorpresa que él prefería bautizar a su hijo porque "es mejor creer en algo", sobreentendiendo que una vida fuera de una religión incrementa tremendamente la posibilidad de angustia vital. Lo que yo dije fue "la Iglesia necesita que se bautice a los niños porque la única manera de mantenerse es que se les introduzca en ella al margen de su voluntad". Si se esperara hasta los 18 años para que cada uno decidiera si bautizarse o no, mucho me temo que en los países occidentales la Iglesia desaparecería en una generación, y la Iglesia lo sabe. Yo me opongo al bautismo porque me parece una herramienta simple y perversa de la Iglesia Católica para seguir teniendo influencia sobre el Estado, amparándose en que "la inmensa mayoría de los ciudadanos, pues son católicos", o, como decía una católica airada en un SMS, "pese a quien pese, ¡España es católica!".
La cuestión no es, pues, "por qué soy católico", dado que, una vez católico, uno siente un poco de vergüenza, un poco de vértigo y un mucho de pereza reclamar al obispado correspondiente ser excluido de la Iglesia Católica (solicitud de apostasía). La cuestión es "por qué los padres bautizan a sus hijos". Yo he encontrado estos dos motivos (complementarios, como se verá) entre mis conocidos que explican en 99% de los actuales bautismos:
- Por costumbre, por inercia cultural, porque lo aceptado por nuestros abuelos, por nuestros vecinos y por nuestros compañeros de trabajo (a quienes se tiene siempre un poco de vergüenza de ofender o entristecer) es que se bautice a los niños. Es una reunión familiar que se desea y se espera, y además es gratis y la tienes a la puerta de casa (siempre, siempre hay alguna iglesia cerca). En realidad, este motivo es bastante comprensible porque da vértigo enfrentarse a la tradición y da miedo pensar en el rechazo social que eso pueda suponer, y, en fin, no todos somos tan fuertes ni con principios tan sólidos, y es legítimo querer vivir simplemente una vida en paz sin buscarse uno problemas innecesariamente (la vida ya te surte de una buena variedad de ellos, sin necesidad de llamarlos). No obstante, los padres que bautizan a sus hijos aceptan "todo el pack": inevitablemente se impone la necesidad del resto de ritos que siguen, y éste es el mecanismo de realimentación por el cual, una vez dentro, se hace más y más difícil pensar en salir: ya que estás bautizado, ¿cómo no hacer la 1ª comunión y aceptar todos los regalos que se hacen, cuando lo hace todo el mundo? ¿cómo no confirmarte, cuando lo hace todo el mundo? ¿cómo no casarte por la Iglesia, cuando lo hace todo el mundo? ¿Cómo no bautizar a tus hijos, cuando... Sin embargo, este mecanismo acaba teniendo sus fisuras. Por ejemplo, más y más parejas bautizadas, primercomuniadas y confirmadas (un bebé no sabe, un niño es fácil de obligar o engatusar, un preadolescente, todavía es posible condicionarlo), cuando ya son adultas, deciden no casarse por la Iglesia, así que, quién sabe, cabría la posibilidad de que se les pasase por la cabeza no bautizar a sus hijos, así que se echa mano del otro motivo...
- Por miedo. Puro y simple miedo al "qué pasaría sí": ¿Qué pasaría si la Iglesia al final estuviera en lo cierto y por no bautizarle, el niño no se salvara al no eliminar el pecado original? En este sentido, probablemente la mayoría de la gente no conoce que el Limbo (el lugar al que iban a parar los bebés sin bautizar, ni cielo ni infierno) ha desaparecido recientemente, al ser anulado por la comisión que encabezó Joseph Ratzinger (ver http://www.elpais.com/articulo/sociedad/limbo/cielo/pasar/purgatorio/elpporsoc/20051129elpepusoc_3/Tes)
Dicha desaparición tiene una importancia capital, y divulgarla motiva mi escrito. Por supuesto, la inexistencia de un limbo es de sentido común. Cualquiera que tenga un niño pequeño (yo lo sé ahora, con mi hijo de apenas dos meses) entiende que no tiene ningún sentido que un bebé muerto quede condenado: que ese hecho no es compatible ni con un Dios bueno ni con un Dios justo. Mi opinión es que ese concepto se generó y se ha mantenido durante siglos para empujar a la gente a bautizar a sus hijos por si el puro recurso a la costumbre fallara, y así asegurar la continuidad y el poder de la Iglesia. Y ese miedo subsiste, es real, y está profundamente anclado en los sentimientos de la gente. Yo me opongo a bautizar a mi hijo porque me niego a que mis decisiones estén condicionadas por el miedo, y animo a los que lo tienen a que luchen contra él y lo venzan.
Sorprendentemente, aún no conozco ningún caso de mi generación que desee bautizar a sus hijos porque quieren que se eduquen en la moral católica y sean buenos católicos en sus vidas. ¿Cómo puede ser esto? Reconozco que me muevo entre círculos mayoritariamente agnósticos o simplemente descreídos, así que espero comentarios de personas de treintaitantos que aduzcan esta motivación, sinceramente, para bautizar a sus hijos, y me expongan su postura.
Un saludo,
José Ignacio Gómez Cívicos
E.J.P.V.
2 comentarios:
Hola:
Soy católico por tradición y por convicción, yo creo que el amor de Dios es tan grande que no importa cual sea tu religion mientras hagas el bien a los demás y estes en paz con Dios. En lo personal para mi cualquier religión es buena SIEMPRE Y CUANDO TE AYUDE A SER UNA MEJOR PERSONA.
Por eso no importa si quieres o no bautizar a tus hijos en la fe catolica. PERO DEBES SIEMPRE darles un buen ejemplo y hacerles saber que Dios existe.
Saludos
Estimado Paulo,
Muchas gracias por tus palabras, coinciden esencialmente con un mensaje que últimamente me han hecho llegar, del Dalai Lama. Ojalá todas las personas religiosas y no religiosas acabaran por coincidir en eso: que creer en Dios no es lo más importante, sino ser buenas personas.
¿Tienes hijos? Yo tengo uno y me preocupa hondamente el ejemplo que pueda darle. Y creo que lo mejor es ser franco siempre con él y cuando me pregunte "Papá, ¿existe Dios?" me temo que le responderé "no lo sé, hijo, nadie lo sabe, pero tú eres un candidato más a la búsqueda, si quieres emprenderla. Y si no quieres, bueno, tampoco pasa nada, no es de Dios de quien tienes que preocuparte, sino de los hombres".
Gracias otra vez, un saludo fraterno de
J. Ignacio Gómez
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio